Descripción enviada por el equipo del proyecto. Hace ya más de un siglo que la Sociedad Protectora de la Infancia trabaja persistentemente a lo largo de todo el país para satisfacer las necesidades de abrigo, afecto, educación y dignidad de tantos niños que aún viven en el desamparo y la miseria. Esta institución benéfica contribuye así – solidariamente – a erradicar la tragedia social de la marginalidad.
El principal centro de esta institución se encuentra al sur de la ciudad de Santiago, en la comuna de Puente Alto. Allí, en un territorio de 18 hectáreas que conserva todavía un cierto aire rural, se construyó en el primer tercio del siglo XX un conjunto de edificios emblemáticos que dan cuenta del periodo de transición entre la arquitectura neocolonial y los primeros signos de modernidad. En ellos funcionan hoy las distintas dependencias y escuelas que la institución mantiene.
La pequeña obra que aquí mostramos forma parte de un proyecto mayor de edificación, que busca responder a las necesidades de crecimiento y modernización en que está empeñada la institución. Como plan general, se propone el ordenamiento de lo disperso articulando espacios de encuentro y circulación a partir de la construcción de nuevos edificios (dos escuelas básicas y una escuela industrial) que, en su aproximación a los edificios ya existentes, dan origen a plazuelas y calles que evocan episodios urbanos.
En todo caso, este Hogar de Niños es una obra menor dentro del conjunto, y su interés emana de su propio universo. El desafío era construir una casa que evocara la atmósfera de una vivienda familiar, capaz de dar cobijo a un grupo de cuarenta niños afectados por toda suerte de carencias, en oposición al tradicional concepto de internado. El desafío era hacer de esta pequeña pieza arquitectónica un vehículo de esperanza.
En los márgenes del terreno que aún conserva el carácter campestre del valle central del país - se construyó un volumen aislado de ladrillos, en medio del paisaje abierto. La articulación con la futura ciudadela se deberá darse a través del ordenamiento de los jardines propuestos.
El proyecto explora y reinterpreta el modelo mediterráneo de casa - patio, referente cultural heredado de la colonización hispana en el continente americano. Inspirados en la sabiduría de nuestros antecesores, organizamos este edificio de un piso de alto en torno a un centro luminoso al que rodean los distintos recintos requeridos en el programa.
Al carácter discreto, introvertido y rectangular del volumen, que el exterior buscó eludir cualquier tipo de protagonismo, se opuso un interior de geometría quebrada capaz de dibujar un paisaje lúdico, sugerente y motivador.
Desde la horizontalidad de la cornisa que envuelve el edificio arrancan distintos planos inclinados de techo que convergen hacia el patio propuesto. Al interior, la geometría azarosa de la cubierta se hace leve, como un manto que se despliega extendido al viento hasta cubrir todos los recintos de la casa.
El ojo central inunda de luz el interior y lo hace diáfano. Los muros de madera parecen hechos de una sustancia vaporosa y establecen un diálogo de reciprocidad con los cristales que definen la forma irregular del patio, expandiendo el espacio interior o estrechándolo para inducir ya sea el movimiento o la estancia. La transparencia del patio permite apreciar de una mirada la extensibilidad total del interior del pabellón y a la vez multiplica las definiciones territoriales.
En síntesis, este proyecto es un modesto patio, un pequeño claustro que congrega y envuelve como un abrazo, una ventana que se abre al cielo.